Aunque para muchos no signifique lo mismo, la libertad siempre ha sido y será el derecho humano más valioso. El poder elegir cómo pensar, cómo trabajar, cómo actuar, ha sido un privilegio que otras sociedades no tuvieron.
Hace 300 años, la sociedad vivía en condiciones que hoy en día consideramos de extrema miseria. La fantasía de que antes la sociedad era mejor y que la vida en los campos sin los recursos que se tienen en la actualidad, es mentira. La gente se moría por picaduras de mosquitos y habían hambrunas masivas, la gente en promedio no comía más de 1 vez por día. Enfermedades acababan con sociedades enteras a escasez de medicina y comunicación, el COVID-19 hubiera liquidado a un gran porcentaje de la población global, si no lo es todo.
En los años 1800’s, la Revolución Industrial cambió el escenario mundial a favor de todos, la industrialización llegó para quedarse con banderas de libertad para todos. Tuvo un cambio drástico en todas las sociedades del mundo y se ganó su papel clave dentro de nuestra historia.
Esta revolución no solo trajo riqueza, sino que enrumbó al mundo con otro pensamiento, el futuro sin duda traía producción, motores, maquinaria; era sinónimo de riqueza como retribución del trabajo duro. Era inevitable que esto sucediera, las nuevas tecnologías empezaron a ayudar al humano a ser más eficiente, cambiarle el entorno, mejorar la calidad de vida de muchos, y más. La ciencia recibió la consideración que merece, la preparación, el ingenio, y las ganas de modernizarse. Las ciencias han ayudado a mejorar la expectativa de vida, erradicación de casos que en el pasado hubieran sido eventos de exterminación de la humanidad. Este movimiento provocó que las sociedades incrementen exponencialmente su expectativas y calidad de vida.
Desde ese momento, la riqueza dejó de ser sinónimo de monarquía, se ha convertido en una consecuencia del trabajo, del estudio, y de las ganas de construir una sociedad productiva. La idea es no buscar hacerse rico de la noche a la mañana. No hay una receta secreta en nuestra historia de progreso, solo hay compromiso, esfuerzo, y ganas de producir.
En países latinoamericanos se ha perdido este hábito de éxito. Las sociedades son lideradas por populistas que prometen vivir por esfuerzos de otros, que te van a regalar, que te van a retribuir la riqueza de los que tienen más. Se vive bajo un sistema que crea una ilusión de igualdad, en la que en realidad todos serán igualmente pobres, mientras que el que distribuye es el único que se beneficia del sistema. Hay una mentalidad de condenar al rico, en lugar de aspirar a serlo. La envidia abunda, se habla mal del exitoso, y la gente se conforma con lo que tiene. Cuando más bien se debería creer en una mejor sociedad donde se habla bien de la gente con éxito, donde el exitoso sea admirado, no odiado. El cambio parte porque uno empiece a transformar su forma de ser en la vida, no porque otro reparte las cosas.
Esto nos lleva a pensar: “¿Por qué hay pobreza?”, cuando la verdadera pregunta es: “¿Porque no hay riqueza?”. Es momento de trabajar para revolucionar nuestro entorno, especialmente en Latinoamérica. Es hora de tomar el control y aprender de la historia de la humanidad, volver a marcar la ruta para tener modelos mejorados de futuro.
En Ecuador, no todo está decidido, aún es posible generar un despegue económico, nunca dejemos de apostar al poder del colectivismo ecuatoriano. El profesionalismo, el ingenio, y el emprendimiento ecuatoriano es lo que se necesita para sacar al país adelante. Nuestra historia nos ha dado una libertad que no debemos olvidar, fue transformado el concepto de riqueza, quedando en manos del esfuerzo individual, solo debemos armarnos de constancia y venderle al mundo lo mejor de nuestro continuo crecimiento.
Atrevámonos a tumbar la estructura social que nos ha estancado por años, adoptemos la transformación permanente como esencia del progreso Ecuatoriano. Formemos parte de la transformación económica, tecnológica, y social que nuestro país necesita, hagamos despegar la economía ecuatoriana, démosle el lugar que se merece en el mundo. Hay que olvidar la riqueza como la parte mala de la sociedad; al contrario, valorémosla ya que el mejorar la calidad de vida debe ser un objetivo en común, basándonos siempre en cultivar una mentalidad de progreso y evolución exponencial.
No menospreciemos los años de desarrollo que hemos heredado, usémoslos a nuestro favor, seamos inversionistas y visionarios de nuestro país. Seamos parte del cambio, seamos miembros de la próxima generación, reconozcamos que somos el futuro que marcará la historia con el crecimiento sostenido de la riqueza ecuatoriana.
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