Toda empresa comienza con una persona que por necesidad o visión da inicio a una actividad.. Estadísticamente son pocas las que logran sobrevivir y peor aún las que logran perdurar en el tiempo.
Siendo así, las compañías que pueden trascender la primera generación, deben tener un empujón a mitad de camino con una segunda generación que le inyecte esa energía para seguir adelante. Y, en la tercera generación debe haber otro renacer, pero esta vez acompañado de un gobierno corporativo, una cultura empresarial, un propósito, un plan y estrategias que deben hacerse desde la segunda generación. Y, sobretodo, es aquí, en este punto de la vida empresarial en donde radica la importancia de sostener el enfoque de mantener la mentalidad del fundador; ya para ese momento, quizás no esté.
Una empresa debe tener sentido de urgencia, apetito al riesgo, ganas de ser y hacer algo, buscar trascender, entender que su futuro depende de ganarse las cosas y no de merecerlas. Ganarlas. No merecerlas. Así de claro. Los años de historia o patrimonio acumulado no sirven de nada si se pierde el enfoque del mercado, si se deja de atender al cliente, si se deja de innovar, o de mantener la calidad del servicio y control de costos de cada actividad productiva. Pero por encima de todo, si se pierde el propósito.
Chris Zook & James Allen nos cuentan los detalles de sus investigaciones sobre varios casos empresariales que logran condensar en su libro The Founders Mentality. Uno de mis libros favoritos en los últimos meses. Aquí explican como los conflictos internos, la pérdida de identidad, la falta de cultura son factores que afectan más a las empresas tradicionales que la propia influencia externa o de los mercados propiamente.
El libro nos cuenta de la sobrecarga que tienen las organizaciones por un crecimiento acelerado. Esto normalmente ocurre durante la vida del propio fundador. Este debe ser capaz de mantener su perspectiva y la razón por la cual decidió comenzar la empresa: una necesidad insatisfecha del mercado con una solución innovadora o servicial que le permitió crecer en su negocio. Pero la falta de control, o enfoque burocrático de la administración, demasiados procesos, hacen que la gente pierda el norte.
Luego mencionan del estancamiento acelerado, que es cuando las empresas inician una fase de ralentización de sus ventas o márgenes de utilidad. Lo cual debe ser atendido y buscar innovar, reorientar o diversificar en otras líneas, nuevas y de mayor dinamismo. Las empresas no se pueden quedar haciendo lo mismo de por vida. Tarde o temprano la competencia nos alcanza o crea una solución más atractiva o eficiente que nuestro producto o servicio. La mentalidad del fundador nunca pierde el enfoque de lo importante: el cliente. Al final del día, es el mercado el que nos hace nacer, crecer y mantener económicamente activos.
Y finalmente, nos habla de las caídas libres de las empresas. Son estos derrumbes súbitos, ya sea por sobre endeudamiento, por crisis internas, por ingreso repentino de otro producto de la competencia o por perder clientes drásticamente. Esto sucede con frecuencia en el mundo empresarial. Siempre hay otros queriendo nuestro mercado. O somos nosotros mismos los disruptivos que estamos atrás del mercado de muchos. Las oportunidades se presentan a diario. Y el más audaz, más rápido, más eficiente es quien las consigue. Es decir, el que mantiene la mentalidad del fundador.
Pero este concepto lo debe tener toda la organización. No es propiedad intelectual del dueño o del fundador realmente. Todos los miembros del equipo de una empresa deben pensar con esa mentalidad. Es responsabilidad del CEO mantener la misión de la empresa o recrear una que mantenga ese espíritu inicial del fundador. Reinventarse y estar a la vanguardia de lo que va a suceder. Marcarse objetivos claros, tener un plan de acción y sus estrategias a seguir. Y luego, tener capacidad de reacción cuando las cosas no sucedan como se quiere. El CEO debe procurar crear y mantener una cultura empresarial con un propósito alineado y enfocado a los mismos objetivos.
En Etinar lo intentamos así. Hemos logrado mantenernos 50 años en constante crecimiento y evolución. Han habido épocas donde hemos caído. Momentos que perdimos el norte o que tuvimos problemas internos. Muchas veces hemos innovado haciendo proyectos totalmente disruptivos. En otras ocasiones hemos regresado a los principios básicos de nuestra actividad. Pero siempre tratamos de estar atentos a las oportunidades, a los desafíos y a mantener el espíritu de nuestro fundador. Es difícil seguirle el ritmo, debo reconocer. Muchas veces creo que lo hemos superado pero otras siento que nos quedamos atrás. Pero no es competencia. Es tratar de mejorar. De crecer. De aportar. Cuando el discípulo supere al maestro, habrá concluido la tarea del fundador. Pero habrá nacido otro que haya establecido una nueva vara. Y será responsabilidad de las siguientes generaciones mantener esa misma mentalidad. Y tratar de superar al nuevo maestro. Esto no para nunca. Esa es la maravillosa vida del empresariado.
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