El escritorio de mi oficina me ha quedado corto; he regresado a mis orígenes: la cocina. Veamos si recuerdo cómo ser creativa. Asiduamente, nuestros lugares más cómodos para trabajar se ven corrompidos por la incómoda frustración de la creatividad.
La creatividad es la denominación abrumadora con la que te haces acreedor del calificativo de “creativo”. Una vez colocada la etiqueta, se asume la responsabilidad de ese título hasta el final. Ese compromiso implica cargar el peso de las expectativas de individuos que esperan tus “ideas innovadoras”. Hace un tiempo tuve un jefe que me vio acostada entre dos sillas, y me dijo de la forma más cómica: “Espero que esto sea parte de tu proceso creativo”. Ser creativo puede ser agobiante en el sentido que no sabes cuándo se activará tu “modo avión” mejor conocido como “bloqueo creativo”, y cuándo ese jolgorio de ideas desaparecerá.
El Desarrollo Creativo
El publicista español Toni Segarra, creador del recordado anuncio “Be water my friend” de BMW, en una charla para El País con Futuro, manifestó que el sistema en que vivimos tiende a “especializarnos” exigiéndonos que entre más versados seamos en algún tema, la recompensa que obtendremos será mayor. En el episodio "These Bloody Thoughts" de la serie original de Netflix, The Alienist, el Dr. Laszlo Kreizler demuestra a la señorita Sara Howard cómo la sociedad construye e impone expectativas. Sentados en un parque, Laszlo relata que la mujer sentada diagonal a ellos lleva una carriola sin bebé en su interior. Cuenta que, en un acto inexplicable, la mujer decidió ahogar a sus hijos en una bañera y que, por su posición social quedó libre, pero que ahora solo sabe vagar por el parque con una carriola vacía. Explica que ella no se formó a sí misma, fue la sociedad, esa que obliga a seguir parámetros específicos. Segarra indica que debemos tener una visión “generalizada” del mundo para poder trabajar la creatividad, la especialización impediría su desarrollo natural e invita a seguir carreras humanísticas para obtener esa visión amplia que un creativo necesita.
De niña hasta adolescente dibujaba para vivir y vivía para dibujar. Mis días predilectos para hacerlo eran los jueves porque los acompañaba con la maratón de la serie de investigación forense C.S.I.: En la Escena del Crimen. La programación empezaba alrededor de las 22:00, a la par con mi inspiración. Al borde del silencio nocturno, la antropóloga forense, Bones daba la bienvenida a la madrugada; mientras yo dibujaba. Confieso que ya no lo hago como antes; pero, mi amor por desvelarme los jueves –así como mi cariño por el trabajo–, permanece. Mi mente aún pisa el acelerador justo antes de la hora de dormir, porque la creatividad actúa en horas poco razonables.
Los peritos de la creatividad conocen y aceptan que nada es original. El escritor y artista norteamericano Austin Kleon en su libro Roba como un Artista señala que “todo el trabajo creativo surge de lo que ha existido antes. Nada es completamente original”. Menciona a Jonathan Lethem para dejar risible la ingenuidad de las personas acerca de las referencias que un creativo utiliza para hacer algo “original”. Se trata sobre un mecanismo que conduce las ideas previas, las ya concebidas, hacia la construcción de nuevas formas resolutorias –no rutinarias– de problemas. Por otro lado, Kleon resalta, al igual que Steve Jobs, que la fórmula –no tan secreta– para el desarrollo creativo es hacer un buen trabajo, amar lo que haces y compartirlo. Este es un insight muy presente en mi vida porque trabajo en lo que amo: la redacción, y a pesar de ser jefe de marketing ahora, hago de todo para que el mundo lo sepa.
En una charla que brindé hace algunos años semanas en una agencia donde laboraba, conversaba que el proceso creativo nunca es lineal. En primer lugar, expresé que se trata de un procedimiento frustrante; y, en segundo, que es un trabajo donde no puedes esperar a que llegue la inspiración. Es lo contrario a la materia Pensamiento Creativo que imparten en la universidad (más se asemeja a un taller de manualidades). Por otra parte, considero que la materia debería llamarse “Desarrollo Creativo” en lugar de “Pensamiento Creativo”. Este último, no es más que la herencia de la concepción del escritor y psicólogo Edward de Bono, autor de uno de mis libros preferidos: Seis Sombreros para Pensar.
Al comienzo de mi carrera encontré al que le dicen el “Mad Men” de la vida real, una designación de la que estoy en desacuerdo, discrepancia que él también comparte. La leyenda viviente de la publicidad y responsable de controversiales portadas de la revista Esquire, George Lois, asevera que no hay creativos cautos, y cuestiona por qué debemos quedarnos como simples pensadores cuando podemos hacer una diferencia convirtiéndonos en provocadores culturales. En el otro lado de la mesa, el casi olvidado copywriter Tom McElligott, creador de copies inolvidables como "From those wonderful folks who gave you Pearl Harbor" para un anuncio de Panasonic, respondía la pregunta sobre cómo nacían los textos impactantes que redactaba y él contestaba -con modestia- que solo hacía su trabajo. Lois y McElligott compartieron la misma época y la misma profesión; el primero es un revolucionario que siempre estuvo inconforme con el statu quo; y, el segundo, realizaba su labor de forma extraordinaria porque le pagaban por ello, y jamás pidió crédito por el buen trabajo que ejecutaba; su filosofía era simple: “me pagan por hacer bien mi trabajo”.
¿Ser o no ser multitasking?
Hace un buen tiempo, leí las consecuencias negativas de ser multitasking, y al mismo tiempo descubrí lo contrario. El economista británico, Tim Harford, en un TED Talk hablaba de un “Slow-motion multitasking” desempeñado por personajes reconocidos como Albert Einstein o Charles Darwin. En su charla, cita a la psicóloga Bernice Eiduson sobre su estudio realizado a 40 científicos para encontrar la relación entre la personalidad y los hábitos de trabajo. Dicha investigación evidenció que los científicos siempre están trabajando en dos o más proyectos simultáneamente; pero, que el éxito de su trabajo radicaba en el repentino cambio que realizaban a pesar de estar elaborando algo específico: tener uno o dos proyectos, hacerlos a la par, dejar descansar uno y continuar con el otro, de acuerdo con la situación. Esos sujetos no solo cambiaban de tema, sino que saltaban a materias completamente distintas. Al hacerlo, aprendían otras cuestiones: si esa persona estaba leyendo un libro de criminología, y le surgía alguna interrogante sobre el funcionamiento del corazón, recurría a ese tópico, un texto de anatomía humana, para comprender mejor lo que estaba leyendo. Este comportamiento surge para refrescar el tema en que están realizando. Harford insiste en su conversatorio que el secreto de la creatividad está en ser multitasking; pero, a velocidad lenta, despacio.
Así funcionaba el mangaka Osamu Tezuka, creador de la historieta Astroboy y “Dios del Manga”. Comenzó estudiando medicina; sin embargo, tenía una gran pasión por el dibujo y las animaciones, en especial las de Walt Disney. Los conocimientos adquiridos, mientras estudiaba medicina, le ayudaron a desarrollar una de sus más reconocidas historias (además de cumplir su frustrado sueño de ser médico): Black Jack, que cuenta las aventuras de un médico sin licencia. Su ojo clínico y mano artística le permitieron dibujar rasgos precisos del cuerpo humano en cada viñeta.
La influencia de Carlitos
El título de este artículo es “La Culpa es de Carlitos o El Caos de la Creatividad” y su significado es ajeno al libro “La Culpa es de la Vaca” de Jaime Lopera y Marta Bernal. Carlos Emanuele, conocido como "Carlitos", es un estudiante de Publicidad con un talento extraordinario para la fotografía. La imagen de la portada es un autorretrato –pedí me lo cediera– que tomó con su celular. En una maniobra atrevida, pegó con cinta adhesiva su celular al techo de su habitación para lograr un ángulo cenital. Esta composición es la consecuencia de su ingenio, y de por qué he dedicado un par de días a escribir estas líneas acerca de un hábito que tenemos en común: ser creativo.
La inspiración nació entre risas en una clase que coincidimos. El profesor de la materia Digital Animation, Leandro Alamino, hizo una broma que concluyó con un “la culpa es de Carlitos” y desencadenó que el protagonista dijera: “¿por qué no escribes un artículo sobre eso?”. Y, lo hice.
Más que un artículo es una dedicatoria porque, al final, la creatividad es Carlitos.
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