Acabamos de ser testigos de una locura juvenil de unos muchachos de la sociedad ecuatoriana que lanzan maliciosamente a un gato al agua, literalmente lo tiran a una piscina y para colmo lo filman como acto heroico. Lo curioso es que a uno de los chicos que hacía la malacrianza, también lo terminan tirando al agua. Terrible situación, pero creo que la sociedad ha perdido la perspectiva de las cosas y las proporcionalidades.
Es verdad que es un hecho atroz, terrible y reprochable. Pero es evidentemente una broma sin mayores consecuencias. Verdad es que el pobre animal, el gato, es un ser indefenso ante tal situación. Pero el gato no pasará de un buen susto. Su naturaleza lo hace nadar y sobrevivir hasta buscar buen recaudo.
Lo mismo nos sucede a las personas que trabajamos y buscamos salir adelante en esta sociedad, sobretodo la ecuatoriana. Luchamos y esforzamos para producir y generar recursos, en unos casos para sobrevivir y en otros para generar riquezas; en otros para crear un patrimonio para nuestros sucesores o generaciones. Sin embargo, existen personas que de manera abusiva y repentina nos cambian las reglas del juego y nos tiran al agua para vernos como sobrevivimos. A veces, por lo menos así lo siento. Simplemente salimos del agua, nadamos. Pero no necesariamente son hechos condenables con cárcel.
Es evidente que muchos políticos crean estas leyes para buscar equidad o equilibrio social. Otros lo hacen para burlarse de la clase productiva por un resentimiento social. Otros para aprovecharse y chantajear. Otros para crear corrupción y garantizarse coimas. Existe de todo. Pero no podemos deducir que toda acción merece la misma pena. Las leyes deben ir acompañadas de ética, moral y sentido común.
Hay empresarios que evitan pagar impuestos para sobrevivir. Otros que evitan pagar impuestos para evadir y enriquecerse. Hay comerciantes que especulan con productos de primera necesidad y otros que esperan a que suba el precio para recuperarse de pérdidas acumuladas.
Es muy fácil emitir un juicio de valor desde las gradas, desde afuera, a distancia, sin tomar en cuenta que es lo que genera tal o cual acción. Lo cierto es que así como esos muchachos que lanzaron el gato al agua fueron inconscientes que estaban cometiendo un delito estipulado en alguna ley que protege el abuso de animales, más me gustaría que exista un debate tan profundo en la sociedad sobre que medidas tomar contra los políticos o empresarios corruptos que atentan contra la economía, medio ambiente o la ética que nos debe regir; contra quienes atentan contra los buenos principios morales y las buenas prácticas sociales. Obvio que maltratar la vida animal debe ser castigada, pero bastaba con decirle a los padres de esos chicos que los encierren 8 horas en sus dormitorios sin el celular. En cambio, a quienes hacen corrupción política, a quienes secuestran, a quienes violan, a quienes estafan o roban, a quienes queman bosques, a quienes masivamente pescan en aguas prohibidas, a quienes evaden maliciosamente impuestos, a quienes maltratan a niños o mujeres o personas más débiles física o psicológicamente, deberían ser castigados con la pena más severa de la ley. Los derechos humanos, jueces, fiscales, autoridades de control, incluso la misma sociedad, deberían ser más ecuánimes y justos al momento de juzgar. Ojalá algún día logremos proteger a los más débiles de verdad, no a quien nos haga ver bien. Realmente espero que cuando llueva en serio, algún día tengamos una sociedad con un verdadero paraguas.
Guillermo Jouvin Arosemena
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